LOS ÁNGELES--(BUSINESS WIRE)--Un año después de la pandemia de COVID-19 con 2,4 millones de personas muertas, la magnitud del costo social y económico a nivel mundial se acerca a las proporciones de una guerra mundial. Llegó el momento de comprometerse a una guerra en defensa de la supervivencia de la humanidad con el dinero, el material y el apoyo público necesarios, comparables a la inmensa tarea de derrotar al SARS-CoV-2.
Existe una debilidad inherente al tratar de responder a una pandemia de manera desarticulada y descoordinada, y el costo diario de un enfoque tan fragmentado lamentablemente se mide en vidas humanas. Abundan los ejemplos de este enfoque fragmentado: desde la falta de liderazgo unificado en las Naciones Unidas (ONU) y su Consejo de Seguridad, el nacionalismo de las vacunas y el acaparamiento de equipos de protección, hasta la falta de voluntad de algunos países para comprometer las patentes de medicamentos o compartir abiertamente datos científicos vitales. Un mundo dividido no puede ganar esta batalla.
“Toda la comunidad internacional debe tratar esta pandemia como si fuera un feroz conflicto a tiros, porque su impacto es peor que cualquier guerra de fuego real en el mundo. Si bien es posible que las bombas no estallen en el aire, millones se enferman y mueren, y actualmente estamos perdiendo la guerra”, señaló el presidente de la AHF, Michael Weinstein. “La prevención es inconsistente, el diagnóstico es inadecuado, el rastreo de contactos y el aislamiento solo ocurre en unos pocos lugares, la prueba genómica es anémica, la financiación es extremadamente inadecuada, la información no se comparte libremente, los niveles de vacunación en todo el mundo son lamentables, las variantes están tomando la delantera y el mundo sigue negando la magnitud de la amenaza”.
El objetivo de una “declaración de guerra” contra el COVID-19 tiene como objetivo fortalecer las estrategias sólidas de salud pública tomando prestados los principios de organización y coordinación eficaces de las fuerzas armadas, no para militarizar la respuesta en un sentido literal. Debido a la necesidad de proteger vidas y responder rápidamente a situaciones peligrosas, las fuerzas armadas perfeccionaron el conocimiento y la habilidad para trasladar rápidamente a personas y equipos donde se necesitan y, al mismo tiempo, desplegar un complejo sistema de coordinación para garantizar que las fuerzas cuenten con apoyo y suministros.
“El COVID-19 causó más muertes al año que cualquier otra guerra desde la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, esta pandemia alcanzó proporciones equivalentes a una guerra mundial, pero con mayor mortalidad en más países que en cualquier otra guerra en la historia de la humanidad”, manifestó el Dr. Jorge Saavedra, director ejecutivo del Instituto de Salud Pública Global de la AHF de la Universidad de Miami. “La ONU y la OMS [Organización Mundial de la Salud] son en sí mismas un legado de la Segunda Guerra Mundial: fueron creadas para evitar que los desastres humanos y sanitarios causados por una guerra mundial vuelvan a ocurrir. Ahora es el momento de reformar todo el sistema nuevamente para prevenir futuras pandemias”.
El éxito de una estrategia militar en situaciones de conflicto, que también es aplicable a la lucha contra una pandemia mortal, depende de la identificación de un objetivo final claro y de las métricas de avance, la movilización del apoyo público, el establecimiento de redes unificadas de comando y comunicaciones, la recopilación y el intercambio de inteligencia confiable y oportuna, y la implementación de cadenas de abastecimiento y logística receptivas y adaptables. Lamentablemente, a la fecha carecemos de estos elementos estratégicos a nivel mundial en diversos grados, y esto se ejemplifica de manera más reveladora en el estancamiento del Consejo de Seguridad de la ONU, un poderoso organismo global que hasta ahora no logró tomar medidas unidas y consecuentes sobre el COVID-19. Pero lo más importante es que no se puede ganar sin el dinero suficiente. Desafortunadamente, hasta recaudar el suficiente dinero para financiar completamente la planta de COVAX para abastecer suficientes vacunas al mundo en desarrollo fue una lucha enorme.
“El mundo ya no puede permitirse vivir en la negación; ahora estamos viendo de primera mano las consecuencias de no estar preparados”, agregó Weinstein. “Una estrategia y una mentalidad decisivas es lo que se necesita para luchar contra el COVID-19 como nuestro enemigo común. Hasta que el mundo se una con fuerza y resolución absoluta, continuaremos cediendo terreno a este agresor sin rostro”.
AIDS Healthcare Foundation (AHF), la mayor organización mundial de lucha contra el SIDA, actualmente brinda atención y/o servicios médicos a más de 1,5 millones de clientes en 45 países a nivel mundial, en Estados Unidos, África, América Latina y el Caribe, la región del Pacífico Asiático y Europa. Para conocer más sobre la AHF, visite nuestro sitio web: www.aidshealth.org, encuéntrenos en Facebook: www.facebook.com/aidshealth y síganos en Twitter: @aidshealthcare e Instagram: @aidshealthcare
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